Plenitud de los tiempos: Plenitud de la divinidad

De los Sermones de san Bernardo, abad
(Sermón 1, En la Epifanía del Señor, 1-2: PL 133, 141-143)

CUANDO LLEGÓ LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS, SE NOS DIO TAMBIÉN LA PLENITUD DE LA DIVINIDAD

Dios, nuestro Salvador, hizo aparecer su misericordia y su amor por los hombres. Demos gracias a Dios, pues por él abunda nuestro consuelo en esta nuestra peregrinación, en este nuestro destierro, en esta vida tan llena aún de miserias.

Antes de que apareciera la humanidad de nuestro Salvador, la misericordia de Dios estaba oculta; existía ya, sin duda, desde el principio, pues la misericordia del Señor es eterna, pero al hombre le era imposible conocer su magnitud. Continua leyendo......

Es Navidad

¡Dulce Jesús mío ven a nuestras almas ven no tardes tanto!
A todos quiero llevar un mensaje de navidad. Desde joven me gustó dar tarjetas, me llevaba tiempo buscar un mensaje especial, no encontraba la tarjeta que quería dar, entonces, yo mismo las elaboraba.

Hoy quiero seguir respondiendo a este llamado que el Señor me hace para compartir lo que El me dice, hace un momento estuve por rechazar un encuentro de oración, que curioso, respondí hoy no, hoy es navidad. Hace 2 años estaba aquí con mi hermana enferma de cáncer, la acompañé por navidad a la clínica, me sorprendí, ver tantos enfermos allí. La enfermedad, el hambre, el sufrimiento, el dolor y toda consecuencia del pecado no respeta tiempo ni lugar. Pero me confortaba el ver también a tantas personas, médicos, enfermeras y tantos otros, que eran las manos y los pies de Dios, llevando salud, llevando consuelo y reflejando el rostro de Cristo. Hoy vivimos experiencias iguales a las de cada día. Hoy quiero hablar con Dios de las navidades que me ha permitido: de niño, de joven, ahora de adulto; cuando vivía con mis padres, ahora de casado y con hijos. Cuantas navidades no vividas en el espíritu de Cristo, distraído, siguiendo lo que la mayoría hace y vive. Hoy nace el niño esperado, el Salvador, el Rey, el Liberador: El Sol que nace de lo alto. El que puede perdonar nuestros pecados, liberándonos de toda sombra de muerte. Como no cantar las alabanzas, salmodiar, llenarse de gozo; nos ha llegado la Vida, cuando estábamos en la fosa. Quiero seguir escribiendo, La Palabra de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros, para nuestra salud y remedio. El niño nace un pesebre; y el mundo que lo esperaba no se dio cuenta. Venid a mi los que estáis cansados y agobiados, yo los aliviaré, dice el Señor. Es navidad, acerquémonos al Dios que se hace niño, considera cuánto nos ama, levanta tu mirada El es misericordioso y adórale, confía y vive navidad.  Me uno a tu oración a la oración de la Iglesia, en el nombre de Jesús, de la mano de María y de todos los santos. Es navidad oh Dios, Padre nuestro, escucha el clamor de tu pueblo que pide un salvador; VEN SEÑOR JESÚS! 

EL MUNDO ENTERO ESPERA LA RESPUESTA DE MARÍA. Lc 1, 26-38

De las Homilías de san Bernardo, abad, Sobre las excelencias de la Virgen Madre
(Homilía 4, 8-9: Opera omnia, edición cisterciense 4 [1966], 53-54)

Has oído, Virgen, que concebirás y darás a luz un hijo. Has oído que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta: ya es tiempo de que vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, condenados a muerte por una sentencia divina, esperamos, Señora, tu palabra de misericordia.

En tus manos está el precio de nuestra salvación; si consientes, de inmediato seremos liberados. Todos fuimos creados por la Palabra eterna de Dios, pero ahora nos vemos condenados a muerte; si tú das una breve respuesta, seremos renovados y llamados nuevamente a la vida.

Virgen llena de bondad, te lo pide el desconsolado Adán, arrojado del paraíso con toda su descendencia. Te lo pide Abraham, te lo pide David. También te lo piden ardientemente los otros patriarcas, tus antepasados, que habitan en la región de la sombra de muerte. Lo espera todo el mundo, postrado a tus pies.

Y no sin razón, ya que de tu respuesta depende el consuelo de los miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la salvación de todos los hijos de Adán, de toda tu raza.

Apresúrate a dar tu consentimiento, Virgen, responde sin demora al ángel, mejor dicho, al Señor, que te ha hablado por medio del ángel. Di una palabra y recibe al que es la Palabra, pronuncia tu palabra humana y concibe al que es la Palabra divina, profiere Una palabra transitoria y recibe en tu seno al que es la Palabra eterna.

¿Por qué tardas?, ¿por qué dudas? Cree, acepta y recibe. Que la humildad se revista de valor, la timidez de confianza. De ningún modo conviene que tu sencillez virginal olvide ahora la prudencia. Virgen prudente, no temas en este caso la presunción, porque, si bien es amable el pudor en el silencio, ahora es más necesario que en tus palabras resplandezca la misericordia.

Abre, Virgen santa, tu corazón a la fe, tus labios al consentimiento, tu seno al Creador. Mira que el deseado de todas las naciones está junto a tu puerta y llama. Si te demoras, pasará de largo y entonces, con dolor, volverás a buscar al que ama tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por el amor, abre por el consentimiento. Aquí está -dice la Virgen- la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.

La Inmaculada, motivo de consuelo

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Intervención del Papa Benedicto XVI, con motivo del Ángelus, 8 dic. 2010-

"¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo", dice el mensajero de Dios, y de este modo revela la identidad más profunda de María, el "nombre" por así decir con el que el mismo Dios la conoce: "llena de gracia". Esta expresión, que nos resulta tan familiar desde la infancia, pues la pronunciamos cada vez que rezamos el Avemaría, nos explica el misterio que hoy celebramos. De hecho, María, desde el momento en que fue concebida por sus padres, fue objeto de una predilección singular por parte de Dios, quien en su designio eterno la escogió para ser la madre de su Hijo hecho hombre y, por tanto, preservada del pecado original. Por este motivo, el ángel se dirige a ella con este nombre, que implícitamente significa: "llena desde siempre del amor de Dios", de su gracia. 

El misterio de la Inmaculada Concepción es fuente de luz interior, de esperanza y de consuelo. En medio de las pruebas de la vida, y especialmente de las contradicciones que experimenta el hombre en su interior y a su alrededor, María, Madre de Cristo, nos dice que la Gracia es más grande que el pecado, que la misericordia de Dios es más potente que el mal y sabe transformarlo en bien. Por desgracia, cada día, nosotros experimentamos el mal, que se manifiesta de muchas maneras en las relaciones y en los acontecimientos, pero que tiene su raíz en el corazón del hombre, un corazón herido, enfermo, incapaz de curarse por sí solo. La Sagrada Escritura nos revela que en el origen de todo mal se encuentra la desobediencia a la voluntad de Dios, y que la muerte ha dominado porque la libertad humana ha cedido a la tentación del Maligno. Pero Dios no desfallece en su designio de amor y de vida: a través de un largo y paciente camino de reconciliación, ha preparado la alianza nueva y eterna, sellada con la sangre de su Hijo, que para ofrecerse a sí mismo en expiación "nació de mujer" (Gálatas 4, 4). Esta mujer, la Virgen María, se benefició de manera anticipada de la muerte redentora de su Hijo y desde la concepción quedó preservada del contagio de la culpa. Por este motivo, con su corazón inmaculado, nos dice: confiad en Jesús, Él os salva.

Acto de veneración a la Inmaculada

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Apartes del discurso que pronunció el Papa Benedicto XVI en la Plaza de España en Roma, el 8 dic de 2010, en horas de la tarde.

Ella, MARÍA,nos habla con la Palabra de Dios, que se hizo carne en su seno. Su “mensaje” no es otro que Jesús, Él que es toda su vida. Nos dice que todos somos llamados a abrirnos a la acción del Espíritu Santo para poder llegar, en nuestro destino final, a ser inmaculados, plena y definitivamente libres del mal: Nos lo dice con su misma santidad, con una mirada llena de esperanza y de compasión, que evoca palabras como estas: “No temas, hijo, Dios te quiere; te ama personalmente; pensó en ti antes de que vinieras al mundo y te llamó a la existencia para colmarte de amor y de vida; por esto ha salido a tu encuentro, se ha hecho como tú, se ha convertido en Jesús, Dios-Hombre, en todo igual que tú pero sin pecado; se dio a sí mismo por ti, hasta morir en la cruz, y así te dio una vida nueva, libre, santa e inmaculada" (cfr Ef 1,3-5).

La mirada de María es la mirada de Dios sobre cada uno. Ella nos mira con el amor mismo del Padre y nos bendice. Se comporta como nuestra “abogada” - y así la invocamos en la Salve, Regina: "Advocata nostra". Aunque todos hablaran mal de nosotros, ella, la la Madre, hablaría bien, porque su corazón inmaculado está sintonizado con la misericordia de Dios. Así ve ella la Ciudad: no como un aglomerado anónimo, sino como una constelación donde Dios conoce a todos personalmente por su nombre, uno a uno, y nos llama a resplandecer de su luz. Y quienes a los ojos del mundo son los primeros, para Dios son los últimos; los que son pequeños, para Dios son grandes. La Madre nos mira como Dios la miró a ella, humilde muchacha de Nazaret, insignificante a los ojos del mundo pero elegida y preciosa para Dios. Reconoce en cada uno la semejanza con su Hijo Jesús, ¡aunque nosotros seamos tan diferentes! ¿Pero quién más que ella conoce el poder de la Gracia divina? ¿Quién mejor que ella sabe que nada es imposible para Dios, capaz incluso de sacar el bien del mal?
¡Gracias, oh Madre Inmaculada, por estar siempre con nosotros! Vela siempre sobre nuestra Ciudad: conforta a los enfermos, alienta a los jóvenes, sostén a las familias. Infunde la fuerza para rechazar el mal, en todas sus formas, y de elegir el bien, aun cuando cuesta y comporta ir contracorriente. Danos la alegría de sentirnos amados por Dios, bendecidos por Él, predestinados a ser sus hijos.

San Juan Diego de Cauhtlatoatzin

Publicado el 9 diciembre, 2010 por Teólogo
Vidente de la Virgen de Guadalupe.
Edificó a los demás con su testimonio y su palabra; de hecho, se acercaban a él para que intercediera por las necesidades, peticiones y súplicas de su pueblo; ya “que cuanto pedía y rogaba la Señora del cielo, todo se le concedía.

Juan Diego fue un hombre humilde y sencillo, obediente y paciente, cimentado en la fe, de firme esperanza y de gran caridad. Poco después de haber vivido el importante momento de las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, Juan Diego se entregó plenamente al servicio de Dios y de su Madre, transmitía lo que había visto y oído, y oraba con gran devoción; aunque le apenaba mucho que su casa y pueblo quedaran distantes de la Ermita. Él quería estar cerca del Santuario para atenderlo todos los días, especialmente barriéndolo, que para los indígenas era un verdadero honor; como recordaba fray Gerónimo de Mendieta.

La tradición dice que nació en 1474 en Cuautitlán, México. A diez años de la llegada de los españoles y cuando se iniciaba lentamente la evangelización de Mesoamérica, Juan Diego, que tenía pocos años de haberse convertido y bautizado,se había casado con una indígena llamada María Lucía y residía con su tío Juan Bernardino en el pueblo de Tulpetlac. De acuerdo con la tradición, el día sábado 9 de Diciembre de 1531, en el cerro del Tepeyac, escuchó el cantar del pájaro mexicano tzinitzcan, anunciándole la aparición de la Virgen de Guadalupe. Ella se le apareció cuatro veces entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531 y le encomendó decir al entonces obispo, Fray Juan de Zumárraga, que en ese lugar quería que se edificara un templo. Según la crónica que refiere los sucesos del Tepeyac, la Virgen de Guadalupe le ordenó a Juan Diego que cortara unas rosas, que misteriosamente acababan de florecer en lo alto del cerro, para llevarlas al obispo Zumárraga en su tela de maguey. La historia cuenta que, cuando Juan Diego le mostró al obispo las hermosas flores durante un helado invierno, se apareció milagrosamente la imagen de la Virgen, llamada más tarde Guadalupe por los españoles, impresa en la tela. El prelado ordenó la construcción de una ermita donde Juan Diego Cuauhtlatoatzin viviría por el resto de sus días custodiando el tejido y compartiendo al pueblo indígena el mensaje recibido por la Señora del Cielo. Murió en ciudad de México el 30 de mayo de 1548, a la edad de 74 años. Fue beatificado en la Basílica de Guadalupe el 6 de mayo de 1990. Finalmente, fue canonizado en el año 2002 por el Papa Juan Pablo II.

Santa María de Guadalupe
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Inmaculado Corazón de María

Oración a la Inmaculada Virgen María


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Santísima Virgen, yo creo y confieso vuestra Santa e
Inmaculada Concepción pura y sin mancha.

¡Oh Purísima Virgen!,
por vuestra pureza virginal,
vuestra Inmaculada Concepción y
vuestra gloriosa cualidad de Madre de Dios,
alcanzadme de vuestro amado Hijo 
la humildad,
la caridad,
 una gran pureza de corazón, de cuerpo y de espíritu,
una santa perseverancia en el bien,
el don de oración,
una buena vida y
 una santa muerte.
Amén"

Homilía del Papa en la Vigilia por la vida naciente

A continuación apartes de la homilía:

29 de noviembre de 2010
El Señor da la alegría de abrir un nuevo Año Litúrgico comenzando por el Adviento.En este Adviento se nos concederá, una vez más, hacer experiencia de la cercanía de Aquel que creó el mundo, que orienta la historia y que se ha cuidado de nosotros llegando hasta el culmen de su condescendencia con el hacerse hombre.

Durante el tiempo de Adviento sentiremos a la Iglesia que nos toma de la mano y, a imagen de María Santísima, expresa su maternidad haciéndonos experimentar la espera gozosa de la venida del Señor, que nos abraza a todos en su amor y nos consuela. La liturgia de la Iglesia orienta nuestra mirada a la meta definitiva: el encuentro con el Señor que vendrá en el esplendor de la gloria.

El inicio del Año Litúrgico nos hace vivir nuevamente la espera de Dios que se hace carne en el seno de la Virgen María, de Dios que se hace pequeño, se convierte en niño; nos habla de la venida de un Dios cercano, que ha querido recorrer la vida del hombre, desde el comienzo, y esto para salvarla totalmente, en plenitud. Y así el misterio de la Encarnación del Señor y el inicio de la vida humana están íntima y armónicamente conectados entre sí en el único designio salvífico de Dios, Señor de la vida de todos y cada uno. La encarnación nos revela con intensa luz y de modo sorprendente que toda vida humana tiene una dignidad altísima, incomparable.

El hombre presenta una originalidad inconfundible respecto a todos los demás seres vivientes que pueblan la tierra. Se presenta como sujeto único y singular, dotado de inteligencia y voluntad libre, además de estar compuesto de realidad material. Vive simultanea e inescindiblemente en la dimensión espiritual y en la dimensión corpórea. Lo sugiere también el texto de la Primera Carta a los Tesalonicenses que ha sido proclamado: “Que el Dios de la paz – escribe san Pablo – os santifique plenamente, para que os conservéis irreprochables en todo vuestro ser –espíritu, alma y cuerpo– hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo" (5,23). Somos por tanto espíritu, alma y cuerpo. Somos parte de este mundo, ligados a las posibilidades y a los límites de la condición material; al mismo tiempo estamos abiertos a un horizonte infinito, capaces de dialogar con Dios y de acogerlo en nosotros. Actuamos en las realidades terrenas y a través de ellas podemos percibir la presencia de Dios y tender a Él, verdad, bondad y belleza absoluta. Saboreamos fragmentos de vida y de felicidad y anhelamos la plenitud total.

Dios nos ama de modo profundo, total, sin distinciones; nos llama a la amistad con Él; nos hace partícipes de una realidad por encima de toda imaginación y de todo pensamiento y palabra: su misma vida divina
Creer en Jesucristo comporta también tener una mirada nueva sobre el hombre, una mirada de confianza, de esperanza. Por lo demás la misma experiencia y la recta razón atestiguan que el ser humano es un sujeto capaz de entender y de querer, autoconsciente y libre, irrepetible e insustituible, cumbre de todas las realidades terrenas, que exige ser reconocido como valor en sí mismo y que merece ser acogido siempre con respeto y amor. Él tiene derecho a no ser tratado como un objeto que poseer o como una cosa que se pueda manipular a voluntad, de no ser reducido a puro instrumento a ventaja de otros y de sus intereses. La persona es un bien en sí misma y es necesario buscar siempre su desarrollo integral.

En esta línea se coloca la solicitud de la Iglesia por la vida naciente, la más frágil, la más amenazada por el egoísmo de los adultos y por el oscurecimiento de las conciencias. La Iglesia continuamente reafirma cuanto declaró el Concilio Vaticano II contra el aborto y toda violación de la vida naciente: “La vida, una vez concebida, debe ser protegida con el máximo cuidado".

Hay tendencias culturales que intentan anestesiar las conciencias con motivos pretextuosos. Respecto al embrión en el seno materno, la ciencia misma pone en evidencia su autonomía capaz de interacción con la madre, la coordinación de sus procesos biológicos, la continuidad del desarrollo, la creciente complejidad del organismo. No se trata de un cúmulo de material biológico, sino de un nuevo ser vivo, dinámico y maravillosamente ordenado, un nuevo individuo de la especie humana.

Por desgracia, también después del nacimiento, la vida de los niños sigue estando expuesta al abandono, al hambre, a la miseria, a la enfermedad, a los abusos, a la violencia, a la explotación. Las múltiples violaciones de sus derechos que se cometen en el mundo hieren dolorosamente la conciencia de todo hombre de buena voluntad. Ante el triste panorama de las injusticias cometidas contra la vida del hombre, antes y después del nacimiento, hago mío el apasionado llamamiento del Papa Juan Pablo II a la responsabilidad de todos y de cada uno: “¡Respeta, defiende, ama y sirve a la vida, a toda vida humana ¡Sólo siguiendo este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad!” (Enc. Evangelium vitae, 5).

Aquí encuentra el documento completo

El duelo por un muerto

Eclesiástico 38, 16-23
16 Hijo mío, por un muerto, derrama lágrimas,y entona un lamento, como quien sufre terriblemente.
Entierra su cadáver en la forma establecida y no descuides su sepultura.
17 Llora amargamente, golpéate el pecho,y observa el duelo que él se merece,
uno o dos días, para evitar comentarios,y luego consuélate de tu tristeza.
18 Porque la tristeza lleva a la muerte y un corazón abatido quita las fuerzas.
19 En la desgracia la tristeza es permanente,y el corazón maldice una vida miserable.
20 No te dejes llevar por la tristeza, aléjala, acordándote de tu fin.
21 Nunca lo olvides: ¡no hay camino de retorno!Al muerto, no podrás serle útil y te harás mal a ti.
22 “Recuerda mi destino, que será también el tuyo: ayer a mí y hoy a ti”.
23 Ya que el muerto descansa, deja en paz su memoria,y trata de consolarte, porque ha partido su espíritu.

Una catequesis del Papa Francisco:

 Jesús tiene poder sobre la muerte (cf Lc 7, 11-15)
 La muerte es una experiencia que forma parte de la vida. 
 La muerte física tiene "cómplices" que son peores que ella, y que se llaman odio, envidia, soberbia, avaricia; en definitiva el pecado del mundo que trabaja para la muerte y la hace aún más dolorosa e injusta.
 La fe impide la muerte. La oscuridad de la muerte se debe afrontar con un trabajo de amor más intenso. "Dios mío ilumina mi oscuridad". Nosotros podemos quitar a la muerte su "aguijón", como decía el apóstol san Pablo (1Co 15,55); podemos impedir que envenene nuestra vida, que haga vanos nuestros afectos, que nos haga caer en el vacío más oscuro.
 En la fe, podemos consolarnos unos a otros, sabiendo que el Señor venció la muerte una vez para siempre.
 El camino es hacer crecer el amor, hacerlo más sólido, y el amor nos custodiará hasta el día en que cada lágrima será enjugada, cuando "ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto, ni dolor" (Ap 21,4).
 Nuestra esperanza es que todos los seres queridos que ya se marcharon, el Señor nos los devolverá y nos encontraremos con ellos (cf Lc 7, 11-15). Esta esperanza no defrauda. " Jesús se lo entregó a su madre", así hará el Señor con todos nuestros seres queridos en la familia.
 Esta fe nos protege de la visión nihilista de la muerte, como también de las falsas consolaciones del mundo, de tal modo que no corra a ritos de superstición.
 Tenemos que llorar en el luto, también Jesús "se echó a llorar" y se "conmovió en su espíritu" por el grave luto de la familia que amaba (Jn 11, 33-37).
 También aprovechará el testimonio sencillo y fuerte de las familias que han logrado superar experiencias similares.
 La lectura y meditación de ka pasión, muerte y resurrección de Cristo y su irrevocable promesa de la resurrección de los muertos.
https://w2.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2015/documents/papa-francesco_20150617_udienza-generale.html

-Aquí más temas sobre la muerte y la resurrección

-1010 Gracias a Cristo, la muerte cristiana tiene un sentido positivo:  http://el-sentido-de-la-muerte-cristiana.html .

-La muerte prematura del justo, Sab 4, 7-17 http://hizomasfuertemife/la-muerte-prematura-del-justo-

-No invocar a los muertos, más bien oremos por nuestros difuntos http://no-invocar-los-muertos.html

-Oración a la Virgen del  Carmen por los fieles difuntos: http://oracion-por-los-difuntos.html


La muerte prematura del justo, Sab 4, 7-17

Sabiduría 4, 7-17       Aquí la palabras claves son  JUSTO y RETRIBUCIÓN,  Entonces quien es JUSTO? (al final del texto encuentra el comentario)

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Es el Señor que nos llama a estar preparados, porque el día y la hora en que vendrá no la sabemos....de click7 El justo, aunque tenga un fin prematuro, gozará del reposo.
8 La vejez honorable no consiste en vivir mucho tiempo ni se mide por el número de años:
9 los cabellos blancos del hombre son la prudencia, y la edad madura, una vida intachable.
10 Porque se hizo agradable a Dios, el justo fue amado por él, y como vivía entre los pecadores, fue trasladado de este mundo.

María (la Madre de Jesús)

La Santísima Virgen María,  
La Escogida de Dios para ser la Madre de Dios Hijo.
En las sagradas escrituras encontramos la narración de este gran misterio de la Llena de Gracia
Mateo 1
16 y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo.
18 La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo.
19 Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.
20 Así lo tenía planeado, cuando el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo.
21 Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.»
22 Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta:
23 = Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, = que traducido significa: «Dios con nosotros.»

Lucas 1
26 Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
27 a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
28 Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
29 Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo.
30 El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios;
31 vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.
32 El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre;
33 reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.»
34 María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?»
35 El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.
36 Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril,
37 = porque ninguna cosa es imposible para Dios.» =
38 Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.

Honra a tu padre y a tu madre, Dt 5, 16 - Mc 7,10

AMEMOS A NUESTROS PADRES

Los números de referencia son del CATECISMO de la IGLESIA.

Hermanitos después de Dios están nuestros padres. El observar este mandato nos trae bendición y el no observarlo nos trae maldición.

·          Dios nos llama a amar al prójimo como a  nosotros mismos y este mandato, primero, es para quienes nos han dado la vida: nuestros padres.
·          Tengamos mucho cuidado de no faltarles al respeto o de despreciarlos.
·          No les causemos disgusto ni tristeza, por ningún motivo
·          Debemos prestarle ayuda material y moral en su vejez
·          No dejarlos solos en su enfermedad, abatimiento o tristeza, soledad. Debemos estar atentos a darles consuelo y brindar todo apoyo necesario.

2197 Dios quiso que, después de Él, honrásemos a nuestros padres, a los que debemos la vida y que nos han transmitido el conocimiento de Dios.

2214 La paternidad divina es la fuente de la paternidad humana (Ef 3, 14-15 "Por eso doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra); es el fundamento del honor debido a los padres.

2200 “El cumplimiento del cuarto mandamiento lleva consigo su recompensa: “Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar” (Ex 20, 12; Dt 5, 16). La observancia de este mandamiento procura, con los frutos espirituales, frutos temporales de paz y de prosperidad. Y al contrario, la no observancia de este mandamiento entraña grandes daños para las comunidades y las personas humanas.

2215 “El respeto a los padres (piedad filial) está hecho de gratitud para quienes, mediante el don de la vida, su amor y su trabajo, han traído sus hijos al mundo y les han ayudado a crecer en estatura, en sabiduría y en gracia. “Con todo tu corazón honra a tu padre, y no
olvides los dolores de tu madre. Recuerda que por ellos has nacido, ¿cómo les pagarás lo que contigo han hecho?” (Si 7, 27-28).

2216 “El respeto filial se expresa en la docilidad y la obediencia verdaderas. “Guarda, hijo mío, el mandato de tu padre y no desprecies la lección de tu madre... en tus pasos ellos serán tu guía; cuando te acuestes, velarán por ti; conversarán contigo al despertar” (Pr 6, 20-22). “El hijo sabio ama la instrucción, el arrogante no escucha la reprensión” (Pr 13, 1).

Escucha, hijo mío, la instrucción de tu padre y no desprecies la lección de tu madre: corona graciosa son para tu cabeza y un collar para tu cuello. (Prov. 1, 8-9)

“Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, porque esto es grato a Dios en el Señor” (Col 3, 20; Cf. Ef 6, 1).

Llamó, pues, Tobit a su hijo, que se presentó ante él. Tobit le dijo: «Cuando yo muera, me darás una digna sepultura; honra a tu madre y no le des un disgusto en todos los días de su vida; haz lo que le agrade y no le causes tristeza por ningún motivo. Acuérdate, hijo, de que ella pasó muchos trabajos por ti cuando te llevaba en su seno. Y cuando ella muera, sepúltata junto a mí, en el mismo sepulcro.  (Tobias 4, 3-4)


Cuando se hacen mayores, los hijos deben seguir respetando a sus padres. Deben prevenir sus deseos, solicitar dócilmente sus consejos y aceptar sus amonestaciones justificadas. La obediencia a los padres cesa con la emancipación de los hijos, pero no el respeto que les es debido, el cual permanece para siempre. Este, en efecto, tiene su raíz en el temor de Dios, uno de los dones del Espíritu Santo.

2218 El cuarto mandamiento recuerda a los hijos mayores de edad sus responsabilidades para con los padres. En la medida en que ellos pueden, deben prestarles ayuda material y moral en los años de vejez y durante sus enfermedades, y en momentos de soledad o de abatimiento. Jesús recuerda este deber de gratitud (Cf. Mc 7, 10-12).

Siracida 3 deberes de los hijos hacia los padres

1 Hijos, escúchenme a mí, que soy su padre;  hagan lo que les digo, y así se salvarán.
2 Porque el Señor quiere que el padre sea respetado por sus hijos y confirmó el derecho de la madre sobre ellos.
3 El que honra a su padre expía sus pecados 4 y el que respeta a su madre es como quien acumula un tesoro.
5 El que honra a su padre encontrará alegría en sus hijos y cuando ore, será escuchado.
6 El que respeta a su padre tendrá larga vida y el que obedece al Señor da tranquilidad a su madre.
7 El que teme al Señor honra a su padre y sirve como a sus dueños a quienes le dieron la vida.
8 Honra a tu padre con obras y de palabra, para que su bendición descienda sobre ti,
9 porque la bendición de un padre afianza la casa de sus hijos, pero la maldición de una madre arranca sus cimientos.
10 No busques tu gloria a costa del deshonor de tu padre, porque su deshonor no es una gloria para ti:
11 la gloria de un hombre proviene del honor de su padre y una madre despreciada es un oprobio para los hijos.
12 Hijo mío, socorre a tu padre en su vejez y no le causes tristeza mientras viva.
13 Aunque pierda su lucidez, sé indulgente con él; no lo desprecies, tú que estás en pleno vigor.
14 La ayuda prestada a un padre no caerá en el olvido y te servirá de reparación por tus pecados.
15 Cuando estés en la aflicción, el Señor se acordará de ti, y se disolverán tus pecados como la escarcha con el calor.
16 El que abandona a su padre es como un blasfemo y el que irrita a su madre es maldecido por el Señor.






visita del Papa a Londres

ROSARIUM VIRGINIS MARIAE, encíclica sobre el Rosario

16 octubre del año 2002, JUAN PABLO II

- En esta carta apostólica se declara un año dedicado al Rosario (octubre 2002 - octubre 2003).
- Se proponen 50 avemarías más: los misterios luminosos.
de clik aquí para ir a la encíclica

INTRODUCCIÓN

Los Romanos Pontífices y el Rosario

Octubre 2002 - Octubre 2003: Año del Rosario

Objeciones al Rosario

Vía de contemplación

Oración por la paz y por la familia

« ¡Ahí tienes a tu madre! » (Jn 19, 27)

Tras las huellas de los testigos

CAPÍTULO I

CONTEMPLAR A CRISTO

CON MARÍA

Un rostro brillante como el sol

María modelo de contemplación

Los recuerdos de María

El Rosario, oración contemplativa

Recordar a Cristo con María

Comprender a Cristo desde María

Configurarse a Cristo con María

Rogar a Cristo con María

Anunciar a Cristo con María

CAPÍTULO II

MISTERIOS DE CRISTO,

MISTERIOS DE LA MADRE

El Rosario «compendio del Evangelio»

Una incorporación oportuna

Misterios de gozo

Misterios de luz

Misterios de dolor

Misterios de gloria

De los 'misterios' al 'Misterio': el camino de María

Misterio de Cristo, 'misterio' del hombre

CAPÍTULO III

« PARA MÍ LA VIDA ES CRISTO »

El Rosario, camino de asimilación del misterio

Un método válido...

... que, no obstante, se puede mejorar

El enunciado del misterio

La escucha de la Palabra de Dios

El silencio

El «Padrenuestro»

Las diez «Ave Maria»

El «Gloria»

La jaculatoria final

El 'rosario'

Inicio y conclusión

La distribución en el tiempo

CONCLUSIÓN

«Rosario bendito de María, cadena dulce que nos unes con Dios»

La paz

La familia: los padres...

... y los hijos

El Rosario, un tesoro que recuperar


                                                            Aquí otros temas sobre el rosario

Enlaces católicos


homilética.org, por evangelistas

Sicre,    *Parroquia san Vicente martir de Abando

Antología de Textos para hacer oración y para la meditación, Autor: Francisco Fdez-Carvajal, Ediciones Palabra


VARIOS


LITURGIA DE LAS HORAS, mes completo: http://www.ibreviary.com/m2/breviario.php?lang=es

intenciones del Papa

EJERCICIOS DE S, IGNACIO por internet 




JORGE LORING, presbítero:










EL VATICANO:


Congregación para la doctrina de la FE

Congregación Culto Divino
                                                       




                                    
                                              

sobre la expiación que todos deben al Sagrado Corazón de Jesús, PIO XI  




CONCILIO VATICANO II



PASTORAL FAMILIAR



EL CREDO
RESURRECCIÓN
"Descendió a los infiernos"
La resurrección: hecho histórico y afirmación de la fe
Del "sepulcro vacío" al encuentro con el Resucitado
Características de las apariciones de Cristo resucitado
La resurrección: evento histórico y al mismo tiempo meta-histórico
La resurrección, culmen de la Revelación
El valor salvífico de la resurrección
ASCENSIÓN
Dominum et Vivificantem, JP II
"Creo en el Espíritu Santo" La promesa de Cristo
"Parakletos", el Espíritu de la verdad
"Parakletos". El Espíritu Santo, nuestro Abogado Defensor

Preparación para la venida del Espíritu Santo a la luz del Antiguo Testamento
Preparación a la venida del Espíritu Santo La comunidad apostólica en oración
                                                                                              
El bautismo en el Espíritu 
El Espíritu Santo y la Eucaristía 
Pentecostés, inicio de la misión de la Iglesia  
Universalidad y diversidad de la Iglesia
Pentecostés revela la estructura apostólica de la Iglesia
El primer "kerygma"
Las primeras conversiones, efecto del discurso de Pedro
Pentecostés y presencia del único Reino de Cristo en la historia humana

El Espíritu Santo en la vida de la Iglesia primitiva
El Pentecostés de los gentiles
El Espíritu Santo en la misión entre los paganos
Fecundidad de Pentecostés

Inicio de la revelación del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento. El nombre "espíritu"

La acción creadora del Espíritu divino
La acción directiva del Espíritu Santo
La acción profética del Espíritu divino
La acción santificadora del Espíritu divino
La acción renovadora del Espíritu divino en la purificación del corazón
La acción sapiencial del Espíritu divino

El Espíritu divino y el Siervo
La revelación del Espíritu Santo en Cristo
Misterio de la Encarnación. El Espíritu Santo y María en la concepción virginal de Jesús
El Espíritu Santo y María, tipo de la relación personal entre Dios y todo hombre
El Espíritu Santo y María, modelo de la unión nupcial de Dios con la humanidad
El Espíritu Santo, autor de la unión hipostática
El Espíritu Santo, autor de la santidad de Jesús
El Espíritu Santo en el episodio de la visitación
El Espíritu Santo en la presentación de Jesús en el templo
El Espíritu Santo en el crecimiento espiritual del joven Jesús
El Espíritu Santo en las relaciones del joven Jesús con su madre
La venida del Espíritu Santo en el bautismo de Jesús
El Espíritu Santo en la experiencia del desierto
El Espíritu Santo en la oración y en la predicación mesiánica de Jesús
El Espíritu Santo en el sacrificio de Jesucristo
El Espíritu Santo en la resurrección de Cristo

Pedagogía de la revelación sobre la Persona del Espíritu Santo
La revelación del Espíritu Santo como Persona
La acción de la Persona del Espíritu Santo según los evangelios sinópticos
La acción propia de la Persona del Espíritu Santo, según san Juan
La acción personal del Espíritu Santo según la doctrina de san Pablo
La acción personal del Espíritu Santo según las cartas de San Pablo

La Persona del Espíritu Santo en los símbolos evangélicos de su acción salvífica: el viento, la paloma y el fuego
La unción y el agua, símbolos evangélicos de la acción del Espíritu Santo

La fe en el Espíritu Santo como Persona divina
El Espíritu que "procede del Padre y del Hijo"

El Espíritu Santo como Don
El Espíritu Santo, alma de la Iglesia
El Espíritu Santo, fuente de la unidad de la Iglesia
El Espíritu Santo, fuente de la santidad de la Iglesia
El Espíritu Santo, alma de la catolicidad
El Espíritu Santo, principio vital de la apostolicidad de la Iglesia
El Espíritu Santo, garante de la Iglesia en la custodia de la Revelación divina
El Espíritu Santo, principio de la vida sacramental de la Iglesia
El Espíritu Santo, principio vivificante del ministerio pastoral en la Iglesia
El Espíritu Santo, fuente de los dones espirituales y de los carismas en la Iglesia

El Espíritu Santo, Consolador
El Espíritu Santo, Huésped divino del alma
El Espíritu Santo, principio de la vida nueva con la abundancia de sus dones
El Espíritu Santo, raíz de la vida interior
El Espíritu Santo, autor de nuestra oración
El Espíritu Santo, principio vital de la fe
El Espíritu Santo, principio vital del amor nuevo
El Espíritu Santo, fuente de la paz
El Espíritu Santo, fuente de la verdadera alegría
El Espíritu Santo, generador de la fortaleza cristiana
El Espíritu Santo, prenda de la esperanza escatológica y fuente de la perseverancia final

LA IGLESIA
La Iglesia en el Credo
El nombre de la Iglesia
Sí a la Iglesia
La Iglesia en el designio eterno del Padre
El reino de Dios en el Antiguo Testamento
Reino de Dios, reino de Cristo
La obra de Cristo en la fundación de la Iglesia
El significado del Reino de Dios en las parábolas evangélicas
El crecimiento del reino de Dios según las parábolas evangélicas
El Espíritu Santo en el origen de la Iglesia
La Iglesia y el misterio trinitario
El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento
La Iglesia, pueblo de Dios
La Iglesia, pueblo universal
La Iglesia, cuerpo de Cristo
La Iglesia, misterio y sacramento
La Iglesia, prefigurada como Esposa en el Antiguo Testamento
La Iglesia, presentada como Esposa por los Evangelios
La Iglesia, descrita por san Pablo como Esposa
Dimensión histórica y proyección escatológica de la unión nupcial de la Iglesia con Cristo
La Iglesia, misterio de comunión fundada en el amor
El primer germen de la comunión eclesial
La Iglesia-comunión en el período que siguió a Pentecostés
La Iglesia, misterio de comunión en la santidad
La Iglesia, comunidad sacerdotal
El bautismo, en la Iglesia, comunidad sacerdotal y sacramental
La confirmación, en la Iglesia, comunidad sacerdotal y sacramental
La Eucaristía, en la Iglesia, comunidad sacerdotal y sacramental
La Penitencia, en la Iglesia, comunidad sacerdotal y sacramental
La Unción de los enfermos, en la Iglesia, comunidad sacerdotal y sacramental
El matrimonio en la Iglesia, comunidad sacerdotal y sacramental




                                          


Sobre la VIRGEN MARÍA:

Marialis Cultus   Encílica EL Rosario de la Virgen María 

LA VIRGEN MARÍA EN LA FORMACIÓN INTELECTUAL Y ESPIRITUAL, Congregación para la educación católica.

DOCTRINA MARIANA, JPII:



María y la resurrección de Cristo
María y el don del Espíritu
La dormición de la Madre de Dios
La Asunción de la Virgen María, verdad de fe
La Asunción de María en la tradición de la Iglesia
María Reina del universo
María, miembro muy eminente de la Iglesia
María, tipo y modelo de la Iglesia
La Virgen María, modelo de la maternidad de la Iglesia
La Virgen María, modelo de la virginidad de la Iglesia
La Virgen María, modelo de la santidad de la Iglesia
La Virgen María, modelo de la Iglesia en el culto divino
María, Madre de la Iglesia
La intercesión celestial de la Madre de la divina gracia
María Mediadora
El culto a la Virgen María
Naturaleza del culto mariano
Devoción mariana y culto a las imágenes
La oración a María
María, Madre de la unidad y de la esperanza

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