En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
VEN CREADOR ESPÍRITU
De los tuyos la mente a visitar
a encender en tu amor los corazones,
que de la nada te gustó crear.
Tú que eres gran Consolador
y don altísimo de Dios
Fuente viva, y Amor, y Fuego Ardiente y Espiritual unción.
Tú, tan generoso en dádivas,
Tú, poder de la diestra paternal:
Tú, promesa magnífica del Padre que el torpe labio vienes a soltar.
Con tu luz ilumina los sentidos, los afectos inflama con tu amor,
con tu fuerza invencible fortifica la corpórea flaqueza y corrupción.
Lejos expulsa al pérfido enemigo, danos pronto tu paz, siendo tú nuestro guía, toda culpa logremos evitar.
Dénos tu influjo conocer al Padre, dénos, también al Hijo conocer, y en Tí, del Uno y Otro, Santo Espíritu, para siempre creer.
A Dios Padre, alabanza, honor y gloria, con el Hijo que un día resucitó,
y a Tí, abogado y consuelo del cristiano, por los siglos se rinda de admiración. Amén.
Envía Señor tu espíritu: y serán creadas y renovadas todas las cosas.
OREMOS:
Oh Dios que con la luz del Espíritu Santo iluminaste los corazones de tus fieles. Concédenos este mismo espíritu para obrar con prudencia y santidad y gozar siempre de sus divinos consuelos. Te lo suplicamos en el nombre de Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
COMO NARRA LA S. BIBLIA LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO?
En el Libro de los Hechos de los Apóstoles, Capítulo segundo, la S. Biblia narra así la venida del Espíritu Santo.(1) Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo sitio
(2) y de repente vino del cielo un gran ruido semejante a un viento fuerte, que llenó toda la casa donde se encontraban.
(3) Y vieron aparecer lenguas como de fuego, que se dividían y se posaban sobre cada uno de ellos.
(4)Todos fueron colmados del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otros idiomas, según el Espíritu Santo les concedía expresarse.
(5)Había entonces en Jerusalén israelitas piadosos, procedentes de todos los pueblos de la tierra.
(6)al oír aquel ruido, se congregó la multitud y quedó asombrada, pues cada uno les oía hablar en su propio idioma.
(7)Atónitos y maravillados, se preguntaban : - Pero cómo ¿no son galileos todos estos que están hablando ? ¿Cómo pues, cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa ?
(12)Estaban, pues, todos atónitos y perplejos, y se decían unos a otros: - ¿Qué podrá ser todo esto?
(13)Pero otros se burlaban diciendo: -Han bebido demasiado vino.
(14) Entonces Pedro, se puso de pies con los Once y habló en voz alta: -Hombres de Judea y habitantes todos de Jerusalén, comprended bien esto; prestad atención a mis palabras.
(15) Estos hombres no están embriagados como suponéis, pues apenas son las nueve de la mañana.
(16)Esto es lo que anunció el profeta Joel:
(17) En los últimos tiempos, dice Dios, derramaré mi Espíritu en los hombres; profetizarán vuestros hijos e hijas.
PRACTICA:
Haré una visita al Santísimo Sacramento en una Iglesia o daré una ayuda a un pobre.
EJEMPLO:
EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO.
Dentro de pocos días seréis bautizados con Espíritu Santo (Hechos 1,5).Ya Jesús había dicho a Nicodemo: "Quien no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios " (Juan 3). Y a San Juan Bautista le dijo la voz del cielo: "Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece en El, éste es el que bautiza en el Espíritu Santo". (S.Juan 1,23).
El bautismo en el Espíritu Santo no es un nuevo sacramento. Pero es una presencia notoria y una acción manifiesta del Espíritu Santo en el alma. Es una experiencia del poder espiritual que El concede.
El bautismo en el Espíritu Santo tiene unos efectos notables: una maravillosa paz interior, una alegría incontenible, un amor espiritual a todos. Una paz que proviene del saber que Cristo está vivo y que está presente en nuestras vidas con su poder; una caridad grande porque sabemos que todos somos hermanos. Una dimensión sobrenatural porque nos convencemos de que somos eternos, y que por tanto no basta con el terrenismo y que hay el peligro de volvernos demasiado socializantes, buscando el paraíso aquí en la tierra, sin cuidarnos del paraíso eterno que es el único que satisface plenamente y no se acaba.
El bautismo en el Espíritu Santo brota espontáneamente de la oración en grupo, del retirarse para oír a Dios. En los Hechos de los Apóstoles se narra que ellos lo recibieron después de haberse dedicado a rezar unánimes, o sea en una fraternidad absoluta.
Estaban orando apoyados por la oración de la Virgen María, a quien tanto estimaban todos. Este acontecimiento se repite en esta época de una manera extraordinaria. En estos tiempos como en una nueva primavera de la Iglesia, son muchas las personas que reciben el bautismo del Espíritu Santo. Basta asistir a un grupo serio de oración y se experimentará. Pero es necesario que los que se reúnen para orar lo hagan "unánimes", es decir: fraternales, llenos de amor, de caridad, sin rencores, sin odios, sin injusticias, sin impurezas.
¿Qué hacer para recibir el bautismo en el Espíritu Santo? Reunimos en pequeños grupos. Leer el Evangelio. Suplicar que venga a nosotros una vida de armonía, pureza y paz con todos. Ver la vida con espíritu sobrenatural y no solo con ideas socializantes porque entonces nos volvemos materialistas, secularizados y se nos acaba la fe. No se obtiene el bautismo con Espíritu Santo sin más ni más. Es necesario mucha súplica, frecuentes lecturas bíblicas hechas con humildad y fe (especialmente leer los Hechos de los Apóstoles). Es costoso. Todo lo que vale cuesta. Pero después de que recibimos el Espíritu Santo veremos que hay dentro de nosotros mismos un poder inmenso, un amor que no imaginábamos, un dominio propio que estaba encadenado. Es necesario que oremos mucho, es necesario orar con llanto para borrar nuestros muchos pecados porque en nosotros hay un fuego maravilloso de poder y de amor verdadero que necesita salir a flor de vida. Es necesario clamar "Ven Espíritu Santo".
Hace falta quitarnos el miedo de hablar de Dios, ¿En verdad alguna vez nos atrevemos a hablar a los demás de Jesucristo? Es necesario hacerlo si queremos que El nos envíe el Espíritu Santo.
Cristo es el que bautiza con Espíritu Santo. Es El quien llena nuestros corazones de amor y alabanza a Dios, y de amor y servicio a los demás.
Una evidencia muy vital de que sí se ha recibido el bautismo del Espíritu Santo es que la persona comienza a glorificar a Dios por medio de su vida y de sus labios. Debe haber una "lengua de alabanzas".
Otra dramática señal de que sí se ha recibido este bautismo es el cambio que se manifiesta en la conversación y en las actitudes.
Ya no se jacta uno de su antigua manera de vivir sino que habla de ella con dolor y vergüenza. Los que antes se enorgullecían de su conducta en el pecado ahora son dóciles a las leyes de la moral de la Iglesia, y están dispuestos a llevar una conducta disciplinada. Este cambio puede verse casi inmediatamente en los que reciben el Espíritu Santo. Antes del bautismo eran egocéntricos. Ahora lo que les interesa es la gloria de Dios y el bien de los demás.
Pero tal vez el cambio más significativo es el extraordinario fervor que se experimenta.
Personas que antes eran bastante apáticas ahora se vuelven dinámicas, no tienen miedo en anunciar el evangelio, sienten un poder y un fervor que asombra a los demás. El profundo anhelo de la persona que recibe el bautismo del Espíritu Santo es ser como Jesús. Tener un espíritu manso y humilde como El, y alcanzar la victoria sobre el pecado. Deja que el espíritu Santo le demuestre lo malo que ha habido en su vida (por medio de un examen de conciencia serio y humilde) y recuerda con temor que el Espíritu Santo no obstante ser tan paciente, puede ser contristado. Por eso trata de alejar toda falta voluntaria, cumpliendo así el precepto del Apóstol. "No contristéis al Espíritu Santo" (Ef. 4,30).
Son indescriptibles la luz y el gozo que irradian del rostro de quien recibe el Divino Espíritu. La principal bendición de esta experiencia es una "edificación gozosa". Un empleado de electrónica exclamaba: "lo que me admira de los que van a estas reuniones de oración es que parecen todos tan felices, tan radiantes". Y no se trata simplemente de un desborde emocional, es una nueva manera de vivir.
El Espíritu Santo no es una curación mágica. Volveremos a pecar, pero habrá una gran diferencia entre una persona que lo ha recibido y la persona que nunca ha recibido el bautismo del Espíritu Santo. Se hundirá quizá terriblemente en el pecado todavía, (porque hacemos el mal que no queremos -como decía San Pablo) pero tiene una conciencia viva de que está contristando al Espíritu de Dios, y el Divino Espíritu lo perseguirá donde quiera que vaya con sus llamamientos a la conversión. Será "un eterno perseguido del cielo", y dirá como tantos que ya se convirtieron seriamente: "Tuve que volver al buen camino porque no fui capaz de zafármele al Espíritu Santo que no dejaba de llamarme". El persigue al pecador solamente para liberarlo.
ORACIÓN FINAL
Ven, Espíritu Divino, manda tu luz desde el cielo.Padre amoroso del pobre, don, en tus dones espléndido;
luz que iluminas las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso en nuestros esfuerzos,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas, y reconforta en los duelos.
Llega hasta el fondo del alma divina Luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del alma si tú le faltas por dentro.
Mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía sana el corazón enfermo,
lava las manchas. Infunde calor, de vida en mi hielo.
Doma al Espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su éxito.
Salva al que gusta salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
Según la intención del Sumo Pontífice: Padrenuestro. Avemaria y Gloria.
Por la conversión de los pecadores: Dios te salve Reina y Madre.
Oh Espíritu Santo: Amor del Padre y del Hijo:
Inspíranos siempre lo que debemos hacer y lo que debamos evitar.
Lo que debemos decir y lo que debemos pensar,
para procurar tu gloria y el bien de las almas. Amén
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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