Papa: que el Espíritu Santo sea el protagonista de nuestra vida
El Espíritu Santo nos hace resucitar de nuestros límites y de nuestros muertos, porque tenemos tantas, tantas necrosis en nuestra vida, en nuestra alma, debemos dejarle espacio en nuestras vidas. Esta es la exhortación que el Papa dirige esta mañana, en su homilía en la Misa en la Casa Santa Marta, recordando también que no puede haber vida cristiana sin el Espíritu Santo.
El mensaje de la Resurrección es este de Jesús a Nicodemo: debemos renacer. Pero, ¿por qué cede el paso al Espíritu? Una vida cristiana, que se llama a sí misma cristiana, que no deja espacio para el Espíritu y que no se deja llevar por el Espíritu, es una vida pagana, disfrazada de cristiana. El Espíritu es el protagonista de la vida cristiana, el Espíritu -el Espíritu Santo- que está con nosotros, nos acompaña, nos transforma, nos vence. Nadie ha ascendido jamás al cielo, sino aquel que descendió del cielo, es decir, Jesús. Bajó del cielo. Y en el momento de la resurrección, nos dice: "Recibid el Espíritu Santo", será el compañero de la vida, de la vida cristiana.
Por tanto, no puede haber vida cristiana sin el Espíritu Santo, que es "compañero de cada día", un don del Padre, un don de Jesús.
La Iglesia profesa su fe en el Espíritu Santo que es « Señor y dador de vida ». Así lo profesa el Símbolo de la Fe, según el Evangelio de Juan, el Espíritu Santo nos es dado con la nueva vida, como anuncia y promete Jesús el día grande de la fiesta de los Tabernáculos: « " Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que cree en mí ", como dice la Escritura: De su seno correrán ríos de agua viva ». Y el evangelista explica: « Esto decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él ». Es el mismo símil del agua usado por Jesús en su coloquio con la Samaritana, cuando habla de una « fuente de agua que brota para la vida eterna », y en el coloquio con Nicodemo, cuando anuncia la necesidad de un nuevo nacimiento « de agua y de Espíritu » para « entrar en el Reino de Dios »....Por tanto, no puede haber vida cristiana sin el Espíritu Santo, que es "compañero de cada día", un don del Padre, un don de Jesús.
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