Ciudad del Vaticano, 05 de octubre de 2015 (ZENIT.org) Redacción | 1082 hits
El Cuerpo de la Gendarmería del Estado de la Ciudad del Vaticano, celebró este sábado a su patrón, san Miguel arcángel, con una misa presidida por el papa Francisco en la capilla de la Gobernación.
Durante su homilía, el santo padre recordó que en la primera lectura, del libro del apocalipsis se habla de una guerra, “es la guerra final, la última guerra, la guerra del final”. Es la guerra entre los ángeles de Dios guiados por san Miguel contra satanás. Y esta es la última y allí termina todo. “Pero durante toda la historia esta guerra se hace cada día, cada día: se hace en el corazón de los hombres y de las mujeres, se hace en los corazones de los cristianos y de los no cristianos”, observó Francisco. Asimismo, aseguró que está la guerra entre el bien y el mal donde “nosotros debemos elegir qué queremos, el bien o el mal”.
Por otro lado, el Pontífice indicó que el diablo es un “sembrador de insidias, nunca cae de sus manos una semilla de vida, una semilla de unidad, siempre insidias, insidias: es su método, sembrar insidias”. Por eso, invitó a rezar al Señor “para que nos proteja de esto”.
Del mismo modo, advirtió que el demonio “es un seductor, es uno que sembra insidias y un seductor, y seduce con el encanto, con el encanto demoníaco, te lleva a creer todo”. Y aseguró a los presentes: “¡él sabe vender con este encanto, vende bien, pero al final paga mal!”
A propósito, invitó a recordar el episodio de las tentaciones del diablo a Jesús tras cuarenta días ayunando en el desierto. “El diablo trata de seducirlo y, al final, como no consigue seducirlo, la última: ‘hablemos claro: te doy todo el poder del mundo, pero tú me adoras a mí. Hagamos un negocio’”, explicó el Papa en su homilía.
Recapitulando, recordó cuáles son los tres escalones del demonio. En primer lugar tener cosas: “en este caso el pan, las riquezas, las riquezas que te llevan lentamente a la corrupción, ¡y esta de la corrupción no es una fábula!”, subrayó. El Santo Padre afirmó que la corrupción está por todas partes. El segundo escalón es la vanidad y el tercero el poder, el orgullo, la soberbia.
De este modo, el Obispo de Roma observó que esto nos sucede también a nosotros, siempre, en las pequeñas cosas: “apegarse demasiado a las riquezas, nos gustan cuando nos alaban, como el pavo. Y mucha gente se convierte en ridícula, mucha gente. La vanidad te hace convertirte en ridículo. O, al final, cuando tienes poder, te sientes Dios, y esto es el gran pecado”.
El Papa invitó a pedir al Señor “que por la intercesión del arcángel Miguel nos defienda de las insidias, del encanto, de las seducciones de esta antigua serpiente que se llama satanás”. Y a los presentes les pidió que recen mucho para que el Señor, por intercesión también del arcángel, “os defienda de toda tentación, de toda tentación de corrupción por el dinero, por las riquezas, de vanidad y de soberbia”. Mientras aseguró que “cuánto más humilde es vuestro servicio, más fecundo y más útil será para todos nosotros”.
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