Corazón de Jesús

San Juan Diego de Cauhtlatoatzin

Publicado el 9 diciembre, 2010 por Teólogo
Vidente de la Virgen de Guadalupe.
Edificó a los demás con su testimonio y su palabra; de hecho, se acercaban a él para que intercediera por las necesidades, peticiones y súplicas de su pueblo; ya “que cuanto pedía y rogaba la Señora del cielo, todo se le concedía.

Juan Diego fue un hombre humilde y sencillo, obediente y paciente, cimentado en la fe, de firme esperanza y de gran caridad. Poco después de haber vivido el importante momento de las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, Juan Diego se entregó plenamente al servicio de Dios y de su Madre, transmitía lo que había visto y oído, y oraba con gran devoción; aunque le apenaba mucho que su casa y pueblo quedaran distantes de la Ermita. Él quería estar cerca del Santuario para atenderlo todos los días, especialmente barriéndolo, que para los indígenas era un verdadero honor; como recordaba fray Gerónimo de Mendieta.

La tradición dice que nació en 1474 en Cuautitlán, México. A diez años de la llegada de los españoles y cuando se iniciaba lentamente la evangelización de Mesoamérica, Juan Diego, que tenía pocos años de haberse convertido y bautizado,se había casado con una indígena llamada María Lucía y residía con su tío Juan Bernardino en el pueblo de Tulpetlac. De acuerdo con la tradición, el día sábado 9 de Diciembre de 1531, en el cerro del Tepeyac, escuchó el cantar del pájaro mexicano tzinitzcan, anunciándole la aparición de la Virgen de Guadalupe. Ella se le apareció cuatro veces entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531 y le encomendó decir al entonces obispo, Fray Juan de Zumárraga, que en ese lugar quería que se edificara un templo. Según la crónica que refiere los sucesos del Tepeyac, la Virgen de Guadalupe le ordenó a Juan Diego que cortara unas rosas, que misteriosamente acababan de florecer en lo alto del cerro, para llevarlas al obispo Zumárraga en su tela de maguey. La historia cuenta que, cuando Juan Diego le mostró al obispo las hermosas flores durante un helado invierno, se apareció milagrosamente la imagen de la Virgen, llamada más tarde Guadalupe por los españoles, impresa en la tela. El prelado ordenó la construcción de una ermita donde Juan Diego Cuauhtlatoatzin viviría por el resto de sus días custodiando el tejido y compartiendo al pueblo indígena el mensaje recibido por la Señora del Cielo. Murió en ciudad de México el 30 de mayo de 1548, a la edad de 74 años. Fue beatificado en la Basílica de Guadalupe el 6 de mayo de 1990. Finalmente, fue canonizado en el año 2002 por el Papa Juan Pablo II.

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